Por: Juan Daniel Correa Salazar
@juandanielcorrea
@musica_creativa_de_colombia
Marzo 20 de 2020
Tras años, décadas ya, de realizar espectáculos de música en vivo, un enemigo invisible, muy conocido por todos, ha venido a apagarnos la consola. No hay nada que hacer. Es hora de realizar un alto en el camino. ¿Desconexión?, ¿Introspección? Tiempo de crear: tenemos la palabra y, ¿cómo no?, la música, no sólo para acompañarnos, sino para enfrentar el desafío.
¡El arte es el arma más poderosa que se conoce!
Si algo bueno puedo sacar de esta locura es que – después de años también de pensarlo y posponerlo – el virus ha logrado aguzarme. Al fin saqué el valor para concretar este sueño, para lanzarme al ruedo una vez más; en esta ocasión con la columna El gomelo champetúo. Vengo para llenar sus ojos de poesía mundana y sus oídos de música, siempre celestial. Ella es mi conexión – y, seguro, la de muchos – con la verdad del universo.
Gomelo: termino colombiano que se refiere a una persona que vive – o presume de hacerlo – en condiciones privilegiadas; suele ser pretencioso y le gusta dar de qué hablar. En Estados Unidos o Inglaterra, sería “a preppy guy”, en México un “fresa” y en España un “pijo”.
¿Gomelo? Con veras y espíritu. Además, se trata de alguien con gustos refinados que se alimenta a diario con Tchaikovski, Bob Dylan, David Bowie, Mozart, Nick Cave, Soda Stereo, Miles Davis, Jimmy Cliff, Alejo Durán y Astor Piazzola.
Champetúo: dícese de aquel seguidor o fanático de la Champeta: más que un género – el único de música urbana nacido en Colombia en los barrios marginales de Cartagena y Barranquilla – un movimiento cultural y un estilo de vida.
¿Champetúo? Al 1,000%. No sólo por el aliento y el sonido; la Champeta es un grito de libertad. Un fenómeno que se caracteriza por expresar la verdad sin ambages. No se fía de disimulos, ni se pone con eufemismos; es una expresión popular que, como lo hicieron hace años los Aterciopelados, ya superó, desde sus propios orígenes, el “¿qué dirán?”
Un buen comienzo será moviendo, literalmente, el esqueleto:
Niñas y niños, a bailar. Una visión me lleva a diciembre de este oscuro 2020. Cuando termine el encierro, calentaremos nuestros huesos en la fría noche bogotana con las tonadas y el ingenio de estos dos renovados Quijote y Sancho Panza de la música electrónica. Lo haremos gracias a la perseverancia y las agallas del equipo del Festival Estéreo Picnic, hoy transitando por este inevitable stand by; seguro también maquinando y cavilando creatividad.
El canto es claro: “Hey boys, hey girls: super star DJs, here we go!” ¡Acá vamos!
Gozando con el video de los Chemical Brothers, con mi hija, siento que la vida es hermosa, vuelvo a creer en la humanidad. He de aceptarlo, la primera vez que lo vimos, le censuré la escena del amor en el baño; la segunda, la tercera y la cuarta, lo dejé ser. Es innecesario. Para qué tapar el sol con un dedo. En su mente inocente irá descifrando el mundo tal y cual aparece ante su mirada desnuda.
La canción es de 1999 y está más actual que nunca. Para algunos, incluso, tiene un tinte futurista. Qué increíble pensar que hace ya demasiado entramos en el “nuevo” milenio; la gente de mi generación lo vivió como un acontecimiento sin parangones. Soñamos, desde pequeñitos, con un mundo de ciencia ficción; hoy vivimos en él, con sus altos y sus bajos. Menos mal esto no es religión, ni una clase de moral. Es Arte puro y libre.
Esto es real:
Ahora mismo desde sus casas, encerrados, inspirado por los legendarios La Etnnia, los insto a que cuando se levante el aislamiento, salgan a las calles, caminen por la ciudad y se den cuenta de dónde viven y quiénes son. A que se “unten de pueblo”; por muy gomelos que se sientan, también pueden ser champetúos.
Denle "Play" a la Playlist del Gomelo Champetuo:
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