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PARÍS, LA CIUDAD LUZ; NUEVA YORK, CAPITAL DEL MUNDO; Y DEL CIELO, CALI, LA SUCURSAL

Actualizado: 25 ene 2021

Por: Daniel Correa Senior

daniel.correa.senior@gmail.com

Edición: Juan Daniel Correa Salazar

@juandanielcorrea

@musica_creativa_de_colombia

Marzo 31 de 2020


Barranquilla, puerta de oro; París, la ciudad luz; Nueva York, capital del mundo; del cielo, Cali la sucursal, es línea narrativa de “Cali Pachanguero” del Grupo Niche, banda e himno emblemáticos de la capital de la salsa:

Claro que en donde todo se mezcló fue en la Gran Manzana, Nueva York. Ahí La Fania aglutinó a las estrellas más rutilantes del Caribe bajo un mismo sello, para devolverlas a sus lugares de origen; nació la salsa.

Fue y vino; volvió a irse y regresó. Con Celia Cruz, la "guarachera de Cuba"; y es que la cubana es la más salsera, porque salsa con salsa sabe a más salsa; la dominicana es merenguera, y la portorriqueña también. Con Carlos Argentino “el porteño del Caribe”, y el colombianísimo Nelson Pinedo “el muñeco de la ciudad”, con Bienvenido Granda “el bigote que canta” y Leo Marini que En la palma de la mano reza:

“Yo le pregunté a una gitana, queriendo saber mi destino; si tu cariñito y el mío habrían de encontrarse en el mismo camino”.

Poesía y sabor. Después aparecieron Willie Colón y Héctor Lavoe, “el rey de la impuntualidad”, dúo magistral para el recuerdo. Maravillaron al continente saliendo de Brooklyn, pasando por Panamá y triunfando en la feria de Cali.

Sí, en Nueva York fue el “Kick Off”:

Hoy entumecida por el letargo de una pandemia. ¡Oh, ciudad que nunca dormía!, “la capital del mundo” se apagó. Ahora te encuentras encerrada entre rascacielos como enterrada en mausoleos de mármol frío.

En ese entonces, y hasta hace unos días, los inmigrantes llegaron por Connie Island después de atravesar el Atlántico, con sus fardos al hombro, arrastrando baúles. Vinieron desde España, Italia, de la lejana Polonia, de Irlanda, y, por el West Coast desde Argentina, el Perú, de Colombia, Panamá, Puerto Rico, México, República Dominicana, Jamaica; mezcla carnavalera de razas, de gritos, ritmos amalgamados por el sonido del tambor; nostalgia del África lejana que sintió su presencia en las calles de la Gran Manzana.

Bajó a Miami, epicentro de la latinidad en los Estados Unidos; sonó: Miami Beach Rumba, 1958:

Eso fue en lo que se conoce como South Beach para la juerga playera. Navegó por el Caribe; llegó a “La isla Grande de la música”, a Cuba, de donde, mal o bien, venía. A La Habana y Matanzas, cuna de La Sonora Matancera. Regresó al lugar de nacimiento del son. Y se fue otra vez para volverse merengue en la República Dominicana. Se enloqueció en el viejo San Juan “La isla del Edén”, Puerto Rico, para derivar en bachata y más merengue. Atravesó las aguas de Veracruz, y tocó puerto en las costas de Panamá donde armó la parranda del istmo en las callejuelas del Casco Viejo:

Hector, “La Voz”, ¿para qué presentación? ¡Y llegó a la Guaira!, en estas creativas Colombia y Venezuela musicales, para dar el salto a Caracas, donde, al fin, fue bautizada en vivo en el inmortal show de Richie Ray y Bobby Cruz en el que el presentador Caraballo, les preguntó "¿cómo se llama el ritmo que ustedes interpretan, que el público me lo está pidiendo?" No sé cuál de los dos o si al unísono le respondieron: “Diles que Salsa”; así quedó.

Mientras, la música, que ya había entrado a Colombia, se metió también desembarcando de nuevo desde el puerto de Nueva York, a Cartagena, subió por el Magdalena, hasta hacer nido en Cali, la sucursal. En la azucarera, los trovadores, los timbaleros, los guitarristas y los genios de la trompeta y el saxofón hicieron de las suyas. Tito Puentes reinó con el timbal y Pete “El Conde” Rodríguez soltó “Catalina la Oh”. Fueron apareciendo demasiados, todos, para ir y venir. Las casetas caleñas se vistieron de gala, los salsódromos prendieron candela con la visita de la pléyade de enviados de La Fania quienes compartieron tarima con Jairo Varela y el GRUPO NICHE, “el Joe” Arroyo, “Centurión de la Noche” y “el Piper Pimienta” a quien mataron en tarima, víctima de cuando la salsa se convirtió en himno de los malevos. Luz y Sombra.

Y así fue.

Este bailador en cuarentena goza recordando. Sabe que, como lo cantan Tonny Bennet, Bob Dylan y “Ol’ Blue Eyes”, Sinatra, lo mejor está por venir: “The Best is Yet to Come”. Mientras, no puede dejar por fuera, faltando la mayoría, a “Chocolate” Armenteros ni a Paquito de Rivera; ni olvidar tampoco a “Papo” Lucca, el del piano magistral. ¿Dónde está Celio González y Toña “La Negra”? ¡Faltaron todos los demás!

Y en el podio de los salseros mayores, en este recuento improvisado en donde se quedan por fuera casi todos, porque son muchos, está Daniel Santos, el jefe, “el inquieto anacobero”:

Regresando; ¡Ay!, Que melancolía da Nueva York hoy; sin el lustre y la chispa de cuando Sinatra estaba en la cima y Paul Anka, su amigo, le llevó de Francia la traducción de Comme d’habitude, convertida en My Way, para la apoteosis.

Nostalgia. ¿Cuándo volverán los maestros a “Picotear por ahí”?:

Henry Fiol, lo vivió y lo tuvo claro siempre:


"Yo nací en Nueva York, en el condado de Manhattan, donde perro come perro y por un peso te matan."

Lean también: Flamenco de ida y vuelta (parte 1)

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