Por: Daniel Correa Senior
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Edición: Juan Daniel Correa Salazar
@juandanielcorrea
@musica_creativa_de_colombia
19 de julio, 2020
Maravillosa la Milonga:
Sublime Carlos Gardel:
Milonga pa' recordarte
Milonga sentimental
Otros se quejan llorando
Yo canto pa' no llorar
Tu amor se secó de golpe
Nunca dijiste por qué
Yo me consuelo pensando
Que fue traición de mujer
El tango es severo, rígido, serio:
Nada de mover las caderas ni mucho menos los hombros. El "bacán" es quien conduce el baile. La milonga es picante, más festiva, da pie a la coquetería de la “mina” y a los brincos del parejo; al “payaseo”:
Se dice milonga al sitio donde se va a bailar tango. Las ciudades tienen milongas todos los días al final de la tarde. Para poner un ejemplo, en Washington D.C. hay al menos once milongas dos o tres veces en la semana; en Bogotá he ido a tres; y a no a pocos cafetines milongueros.
En Santa Marta, en el medio del Caribe, hay una reconocida: la de la Universidad del Magdalena. Los “bacanes” y las “minas” no van sólo por el tango, precisamente; lo hacen por el ligue para la rumba de después en los “metederos” como en el Pueblito Samario, donde las parejas de la milonga van a parar a gozar con la salsa.
El asunto deviene en jolgorio, en juerga. Ritmo argentino que trascendió fronteras. Julio Iglesias lo sabe; la milonga en concierto es fiesta:
Personalmente, no soy bailador de tango, lo mío es el sabor del baile caribe. No obstante, me gusta ver bailarlo y oírlo, y he asistido a algunas milongas acompañando a una “mina” tanguera.
En milongas alrededor del mundo y en no pocos “lupanares”. En uno emblemático, El Cafetín de Buenos Aires, de Chapinero, Bogotá van llegando los bailarines, por lo general no en parejas. Al comienzo de la noche empiezan a sonar los tangos, arranca el “cabeceo” de los varones a las “percantas”; primero el contacto visual, y en seguida sí ese particular “cabeceo”.
No se necesita más para la invitación a la pista. Normalmente el bailador viene con el chambergo calado, hasta las cejas, un poco sesgado. La mujer se cambia los zapatos de calle, con los que llegó al "antro", por zapatillas de tacón bajito y escotado, como una sandalia.
Delirio, sensualidad:
El tango es por la tarde y hasta la medianoche, en el cafetín. De pronto, se incrementa el “cabeceo” y las caras se relajan, vendrá la milonga (tiempo después llegará la transición hacia el son cubano y la salsa en la cantina). Las parejas vuelven a la pista, más alegres, los rostros ceñudos desaparecen, siempre girando en círculos contrarios a las manecillas del reloj.
Para el tango y para la milonga los protocolos son obligatorios. No se podrá “cabecear” a una dama si está con su parejo o la cosa es motivo de entrevero. Ya en la alta noche, se hará un recorrido bailando con la mujer tanguera un ritmo del caribe, sonero, salsero, para hacerse calibrar el “tumbao”. Ahí se suma el “bailador en cuarentena”, que mucho es lo que conoce y ha bailado. Vendrá el contacto visual de las mujeres y el “cabeceo”, al revés, de allá para acá; empezará la parranda, hasta cuando en la madrugada, venga el bolero y las rancheras. La milonga es la tarde, la noche, la medianoche, la alta noche y el amanecer.
Así es este ritmo "porteño"; paradójico: siendo la milonga una música festiva, mucho menos formal que el tango para la chacota en la pista de baile, algunas de sus letras, como las del gran Jorge Luis Borges son un canto al malevaje; a la gesta y al cuchillo:
Voz inmortal que resuena en la conciencia:
Me acuerdo. Fue en Balvanera,
en una noche lejana
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.
Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo;
los años nos dejan ver
el entrevero y el brillo.
Quién sabe por qué razon
me anda buscando ese nombre;
me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.
Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida,
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.
Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra;
nadie habrá habido como él
en el amor y la guerra.
Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera
y aquella muerte casual
en una esquina cualquiera.
No veo los rasgos. Veo,
bajo el farol amarillo,
el choque de hombres o sombras
y esa víbora, el cuchillo.
Acaso en aquel momento,
en que le entraba la herida,
pensó que a un varón le cuadra
no demorar la partida.
Sólo Dios puede saber
la laya fiel de aquel hombre;
señores, yo estoy cantando
lo que se cifra en el nombre.
Entre las cosas hay una
de la que no se arrepiente.
nadie en la tierra. Esa cosa
es haber sido valiente.
Siempre el coraje es mejor;
la esperanza nunca es vana;
vaya pues esta milonga
para Jacinto Chiclana.
¡Milonga!
Lean también: Tango del Ayer (Vivo hoy y siempre) y
Nueva York, Capital del Mundo; París, la Ciudad Luz; y, del cielo, Cali "La Sucursal"
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