Por: Daniel Correa Senior
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Edición: Juan Daniel Correa Salazar
@juandanielcorrea
@musica_creativa_de_colombia
1 de junio, 2020
El flamenco trascendió todas las fronteras:
Tomatito, con la guitarra, por los caminos de Egipto a un encuentro de ida y vuelta con el Sheik Al Tuni. Las hijas del guitarrista, Las Ketchup, en honor a su padre, vendrán en otra época para la rumba de la cultura de la noche. Pondrán a la industria de la música de cabeza con su Aserejé que le dio la vuelta al mundo.
Regresando a lo nuestro. Los gitanos son de ida y vuelta, van y vuelven, no se sienten cómodos en un solo entorno, su mundo es el vagabundeo; los hemos visto por los caminos empolvados de la India, vendiendo caballos en Granada, con la guitarra, las palmas y el "quejío" en las cuevas de Sacromonte, por Colombia atendiendo un corral con un aviso de "Se Resucitan Bestias", en el mercado de Bazurto en Cartagena, por las calles de Bogotá leyendo la palma de la mano o los naipes en Lima o en Madrid. Qué vida la que han llevado, como bien le presentó Juan Quiroga a este bailador en cuarentena, con el siguiente documental de Tony Gatlif que expone, a través de imágenes y sonidos, lo que ha sido el recorrido histórico del pueblo gitano:
A donde llegan también hay fiesta, y baile:
Se parece al punto cubano, a pie descalzo; A La Chunga la vi bailando una guajira, con esos aires flamencos que vienen de las Antillas como un soplo del mar desde la Isla Grande la Música, Cuba. Ana Belén, canta los versos del poeta de poetas, Federico García Lorca, a quien la joya del Caribe también deslumbró en su momento:
Federico se hace presente en este recuento desordenado de los sonidos de palmeras con la brisa caribeña y los toques de la guitarra andaluza, esta vez con el “Son de Negros en Cuba” que el poeta gitano se trajo en el corazón, escondido desde Santiago. Una maravilla que transcribo en su totalidad; poesía que merece el tiempo:
Cuando llegue la luna llena iré a Santiago de Cuba, iré a Santiago, en un coche de agua negra. Iré a Santiago. Cantarán los techos de palmera. Iré a Santiago. Cuando la palma quiere ser cigüefla, iré a Santiago. Y cuando quiere ser medusa el plátano, iré a Santiago. Iré a Santiago con la rubia cabeza de Fonseca. Iré a Santiago. Y con la rosa de Romeo y Julieta iré a Santiago. ¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas! Iré a Santiago. ¡Oh cintura caliente y gota de madera! Iré a Santiago. ¡Arpa de troncos vivos, caimán, flor de tabaco! Iré a Santiago. Siempre he dicho que yo iría a Santiago en un coche de agua negra. Iré a Santiago. Brisa y alcohol en las ruedas, iré a Santiago. Mi coral en la tiniebla, iré a Santiago. El mar ahogado en la arena, iré a Santiago, calor blanco, fruta muerta, iré a Santiago. ¡Oh bovino frescor de calaveras! ¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro! Iré a Santiago
Y así fue. El flamenco viaja, no sólo por el planeta, sino por el tiempo. Nos hace ir y regresar. Vive. Para cerrar, los dejo con una versión para el siglo XXI donde está el timbal africano, la flauta traversa, la caja peruana, el cante andaluz y la reina: la guitarra. En la tarima Pepe de Lucía y Ramón de Algeciras, los hermanos del monstruo; y en el timón el gran Paco:
Lean también: Flamenco de Ida y Vuelta (Parte 1)
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