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Adiós, Loco (Elegía Maradoniana) 

Actualizado: 25 ene 2021

Por: Juan Daniel Correa Salazar

@juandanielcorrea

@musica_creativa_de_colombia

Foto: news.culturacolectiva.com
Foto: news.culturacolectiva.com

“Llegar al área y no poder patear al arco es como bailar con tu hermana.”

(Diego Armando Maradona

Lanús, 30 de octubre de 1960 - Dique Luján, 25 de noviembre de 2020)​


Cuando tenía siete años mi vida cambió.

La final del Mundial de fútbol de México 1986 quizás sea uno de los primeros recuerdos que tengo: un tipo de apellido Brown abrió el marcador de cabeza para los argentinos (era tanto el furor de lo que había hecho la escuadra y, sobre todo, un tal Maradona que nuestros padres nos compraron camisetas argentinas a mi hermano y a mí; esa tarde las hormamos con pasión), después Valdano la metió al fondo; el asunto parecía concluido. Pero, al frente estaba la siempre temida Alemania Federal (que ni idea para un niño entender la diferencia con la Democrática) y los “monos” en un par de ataques pusieron en tablas la cuestión. Casi se nos sale el corazón del cuerpo pensando en que los teutones alzarían la copa. Hasta que llegó el más veloz, el más loco, el más escurridizo, el más grande de todos los tiempos – después nuestro papá nos contó de Pelé, pero en esa entonces, sólo había ojos para el Diego – y se escabulló como sólo él lo podía hacer: entre un millón de piernas alemanas, la filtró para que Burruchaga (apellido que de sólo nombrarlo, por años nos produjo ingentes ataques de risa) inflara la red, y Argentina tocara la gloria.

Y es que Maradona no era una persona cualquiera:

Maradona no es una persona cualquiera

Es un hombre pegado a una pelota de cuero

Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón

Es un guerrero

Es un ángel y se le ven las alas heridas

Es la Biblia junto al calefón

Tiene un guante blanco calzado en el pie

Del lado del corazón

¡Ay, Calamaro!, en este momento sí que están heridas esas alas. El “loco” viajó; ahora es una estrella que titila en las noches. Se fue de este mundo; sus goles y gambetas – y sus locuras – se han quedado por siempre entre nosotros.

Ángel o Demonio, Dios o Diablo, hoy la humanidad reza por vos:

Santa Maradona priez pour moi!

Diego, como nos enseñó Mano Negra, reza por nosotros también.

Ocho años después de la hazaña – tampoco se me olvidará nunca – un enajenado ídolo marcaba un tremendo gol en el debut de su selección en el mundial contra Grecia y lo celebraba desquiciado, llevado por la cocaína, frente a la cámara ante millones de estupefactos televidentes. Días después, tras el segundo encuentro contra Nigeria, el hombre, que ya no era “Dios”, era expulsado del certamen.

¡Qué triste mundial (Estados Unidos, 1994) para Argentina y, sobre todo, para Colombia! Se me escurren las lágrimas al saber que ese autogol de Andrés Escobar lo llevaría muy prematuramente al cielo que esta noche comparte con el gran “Pelusa”.

Maradona, hoy estamos azules por ti:

Yo ya no existo sin pasado,

entre la oscuridad y la luz.

Yo sé que existo en otro lado,

yo ya perdí el autobús,

como en el Maradona blues.

Un accidente no es pecado,

y ¿no es pecado estar así?

Pero aquí estoy en este lado,

por eso déjame salir,

yo solo quiero tu vivir.

Claudio Gabis y la voz de ese otro loco entre todos los locos, Charly García, nos recuerdan que en esta ocasión hay que llorar; sí, pero también hay que reír; y, ante todo, hay que vivir para contarle a nuestros hijos – a mi pequeña Juana – quién fuiste, “Cebollita”, en este planeta llamado fútbol.

Una historia en la que los sueños se convierten en realidad:

En una villa nació, fue deseo de Dios,

crecer y sobrevivir a la humilde expresión

Enfrentar la adversidad

con afán de ganarse a cada paso la vida

En un potrero forjó una zurda inmortal

con experiencia, sedienta ambición de llegar

De cebollita soñaba jugar un Mundial

y consagrarse en Primera,

tal vez jugando pudiera, a su familia ayudar

La tonada de Rodrigo, irónicamente, nos pone a pensar cómo esa “blanca mujer, de misterioso sabor y prohibido placer”, finalmente lo venció.

¡Hoy, Federico Nietzsche, ha muerto de nuevo Dios!


Continúen en sintonía con la Playlist del Gomelo Champetuo:

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