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Cumbia truncada por la violencia

Por: Música Creativa de Colombia

Captura en Instagram: @damasgratisok
Captura en Instagram: @damasgratisok

La celebración del cumpleaños de Bogotá (6 de agosto), que prometía una noche llena de ritmo y alegría con Damas Gratis, se vio devastada por la tragedia. Lo que habría sido un concierto memorable terminó en caos, miedo y dolor.


Caos antes del espectáculo


Con más de 8 000 boletas vendidas, el Movistar Arena parecía listo para recibir a miles de aficionados de la cumbia villera. Sin embargo, minutos antes de iniciar el show, estalló una batalla campal: hinchas de Millonarios e Independiente Santa Fe forzaron entradas, desencadenando empujones, sillas como proyectiles y ataques con armas blancas.


El saldo y las consecuencias


El trágico balance: una persona fallecida —identificada como Sergio Blanco, alias "Blanquito", miembro de la barra de Independiente Santa Fe, quien murió aparentemente atropellado durante la confusión — y al menos cinco heridos por arma blanca, uno de ellos en cuidados intensivos.


Como respuesta, el concierto fue cancelado de manera definitiva. La promotora Silra Eventos aseguró que no se reprogramará el show y anunció acciones legales contra los responsables.


Autoridades y organizadores plantearon ahora protocolos más estrictos: vigilancia reforzada, mayor monitoreo, control de accesos y coordinación con asistentes mediante reportes ciudadanos.


Una crítica urgente: ¿qué falló en cultura y seguridad?


Es imposible leer estos hechos sin preguntarse: ¿por qué la cumbia, expresión popular y de resistencia, fue oprimida por la violencia? Este suceso desnuda fallas profundas:

  1. Subestimación del riesgo: a pesar de advertencias, no se anticipó el ingreso de hinchas conflictivos ni de armas, fallando la seguridad preventiva.

  2. Fallas en logística y control: la seguridad privada y la Policía fueron rebasadas en tiempo real. No bastaron los protocolos anunciados.

  3. Violencia estructural: el episodio pone al descubierto cómo viejas dinámicas entre barras bravas siguen permeando espacios culturales, distorsionando y violentando el derecho a la música y al gozo colectivo.

  4. Responsabilidad ciudadana: la música debería unir, no dividir. Si personas optan por traer armas a un concierto, estamos ante una crisis ética y social que va más allá de la logística del evento: es un fallo de convivencia.


La música merece otro pacto social


La cumbia villera es patrimonio del espíritu rebelde y festivo. Pero ni ella se salva de la violencia que aún grabamos en nuestro ADN urbano. La tragedia del Movistar Arena exige revisión urgente de cómo organizamos eventos, cómo educamos en cultura y cómo protegemos los espacios de creatividad.


Es hora de que la música no solo suene más fuerte que las balas, sino que construya ciudad.

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