Por: Diana Tovar
Cantante, compositora y artista colombiana con sabor a mar y río
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4 de mayo de 2020 "A veces lo más complicado
es llegar a lo sencillo"
(Proverbio Oriental)
Quiero comenzar más por el final que por el principio. Ya hemos leído cantidad de información en medios y redes, sobre los lugares comunes de lo que esta pandemia ha significado en la vida de cada uno de nosotros y nosotras. La respuesta es tan diversa, como diferentes las posibilidades de descubrir a las malas y casi obligados, una infinidad de sensaciones y de sentires respecto al momento presente. Entonces, busco el lazo entre las cosas que me llevan a mis querencias más sinceras.
Puedo contarles que para mí ha significado como artista volver a lo simple, dándome respuestas a preguntas que no quería ver o que les sacaba el cuerpo para poder verlas hoy con profundidad desde las paredes de mi casa. Me siento afortunada porque puedo soñar con canciones, y porque este confinamiento me ha hecho una mujer fuerte y decidida, aunque paradójicamente, me ha llevado a tomar determinaciones vestidas de temor por la incertidumbre y la falta de seguridad en mí misma. Por fortuna, pude tener un momento de ¡Ajá! y reaccionar rápidamente para que instantes de claridad se apoderaran de mí al llenar de música y de canciones la cotidianidad.
Que estamos en los "huesitos", sí, en los puros huesos de nuestra humanidad desnuda y frágil, sí. Es la radiografía de la existencia condicionada que nos muestra múltiples lados de un prisma. El asunto de fondo -podría afirmarlo tímidamente-, es descubrir nuestro propio brillo en condiciones complejas para los modos de vida a los que estamos habituados a vivir, sin querer idealizar estas condiciones, nadie ha dicho que sean las mejores ni las más perfectas, ni las más justas y en efecto, no lo son. Sin embargo, nos obligan, nos fuerzan a la propia transformación, más no a la reinvención. Ese cuento de "la reinvención" en tiempo de crisis ya parece un disco rayado, un lugar común que no nos dice nada y más bien suena como discurso político vacío y sin contenido.
Pero volviendo a lo esencial, somos una máquina pensante llena de energía. Es maravilloso entenderlo porque, finalmente, en mi caso, es mi voz la que me ha salvado en esta crisis: me ha curado del desamor, de las tusas más horrendas y de situaciones complejas. Cantar es mi todo. Es el lugar donde todo es posible. Es mi abrigo, mi cobija tibia en los días fríos y mi manta fresca en los días cálidos y de sol. La música es así.
No podría concebir mi vida de otra manera, sin cantar y sin escribir canciones. Es lo que llena de sentido la vida de una mujer que durante muchos años se ha dedicado al derecho y, paralelamente, a su arte. Me sentía tan ocupada en el afuera, que el tiempo residual lo dedicaba a ensayar y a componer y a cantar en público. Cuando salía de mis trabajos de oficina, me decía a mí misma: “ahora empieza mi día de verdad, porque tengo ensayo, porque voy a terminar una canción”. En este tiempo en que llevo cuatro meses sin un trabajo como los de antes, y, por ende, sin ingresos y con los ahorros agotados, es cuando más valoro y resignifico mi propia voz y la fuerza de mi canto, porque me resuena en la cabeza como un mandato que alimenta de dignidad mis días y, por lo tanto, la vida.
Sueño, me levanto y me despierto con canciones, con frases y pensamientos en torno a cómo mejorar una canción nueva, qué palabras usar, qué melodías probar, con qué instrumentos acompañarla y qué ritmos hacer. Entonces, mi gran lección en esta cuarentena, y este tiempo pandémico que quiero compartir con ustedes, es que podemos respirar, tenemos a nuestro alcance lo necesario; unos más que otros, pero algo tenemos dentro de nosotros que nos hace fuertes y firmes. La cuestión es descubrirlo. Existimos y eso ya es un regalo y una posibilidad para ser y hacer. Nos hace amar lo simple.
¡Por eso canto!:
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